En Oaxaca, la Semana Santa no solo se vive en los templos o en las procesiones: también se saborea en la cocina. En estos días de recogimiento y reflexión, las familias oaxaqueñas mantienen viva una de las tradiciones más entrañables: la de preparar platillos sin carne, respetando la cuaresma, pero sin dejar de lado el sabor y la creatividad que caracteriza a nuestra tierra.
🍲 Comer con respeto... y con sabor
Durante la Semana Santa, especialmente el Jueves y Viernes Santo, muchas familias siguen la tradición de no consumir carne roja. Pero eso no significa que la mesa se quede vacía. Al contrario: es cuando brillan los platillos tradicionales de cuaresma, hechos con ingredientes humildes pero llenos de historia, sazón y amor.
🌿 Los clásicos que no faltan en la mesa oaxaqueña:
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Tortitas de camarón seco con caldillo de chile pasilla o guajillo, acompañadas de nopales.
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Caldo de habas o de lentejas con plátano macho, hierbabuena y trozos de papas.
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Mole de vigilia, preparado sin carne, pero con huevo cocido, papas, ejotes y espinacas.
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Tamalitos de chepil, ese sabor tan nuestro, envueltos en hojas de milpa y cocidos al vapor con todo el cariño del fogón.
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Chilacayote en dulce, hervido en piloncillo y canela, como postre o para acompañar el cafecito de olla.
🫓 La cocina como acto de devoción
En muchos hogares, cocinar estos platillos es una forma de conectarse con los abuelos, con la memoria de la infancia y con la fe. Se preparan en silencio, a veces rezando, a veces recordando a quienes ya no están. La cocina se vuelve un altar, y los ingredientes, ofrendas.
👨👩👧👦 Reunirse alrededor del fogón
Estos días también son para reunirse: madres, tías, hijas, vecinos. Todos participan, ya sea picando verdura, moliendo en el metate, cuidando la lumbre o simplemente platicando mientras se cocina. Porque en Oaxaca, la comida no solo se come... se comparte, se honra, se celebra.
Así es la Semana Santa en Oaxaca: llena de aromas que vienen del comal, de recuerdos que se sirven en plato hondo, y de sabores que alimentan el cuerpo y el alma.
Porque nuestras tradiciones también se cuentan desde la cocina, y cada cucharada tiene un poco de fe, de historia y de corazón.