En lo profundo de las festividades indígenas y populares de Oaxaca (y de mucho rincones de México) las máscaras de madera cobran vida. No son solo objetos tallados: son símbolos vivos que cuentas historias, preservan identidades y conectan el presentar con un pasado ancestral.
Un rostro, muchas voces
Cada máscara lleva consigo más que un rostro; lleva una voz, un personaje, un espíritu.
En comunidades como Tilcajete, San Martín Mexicápan o Yalálag, los artesanos transforman la madera del copal en expresiones que van desde lo místico hasta lo cómico hasta lo cómico. Diablos, animales, ancianos, guerreros o personajes de la historia y la vida cotiniana surgen del tallado a mano y de un detallado proceso de pintura lleno de color, paciencia y simbolismo.
Más que arte, identidad
Las máscaras se utilizan principalmente en danzas tradicionales como la danza de los Diablos, los Santiagos, la Danza de la Pluma o las Mojigangas. Cada una tiene un papel específico en las ceremonias: representar el bien o el mal, recordar, recordar a los ancestros, celebrar la cosecha o simplemente hacer reir al pueblo.
Pero más allá del espectáculo, cada máscara representa una forma de resistencia cultural. En ellas vive la memoria de los pueblos, su cosmovisión y su forma de entender el mundo.
El trabajo del maestro mascarero
El mascarero no solo talla madera; interpreta símbolos, traduce leyendas y encarna la creatividad de su comunidad. Con cuchillos, gubias y pigmentos naturales o comerciales, cada máscara es única. Algunas pueden tardar días, otras semanas. Pero todas tienen algo en común: están hechas para cobrar vida en movimiento, en danza, en ritual.
Un legado que sigue vivo
Hoy en día, las máscaras de madera no solo están en fiestas, también habitan museos, galerías y colecciones privadas. Y aunque el turismo ha modificado algunos procesos y estilos, muchas comunidades han logrado conservar la esencia de este arte, manteniendo el vínculo con sus raíces.
Las máscaras de madera no son adornos. Son símbolos vivos de una cultura que resiste, que celebra y que se transforma sin perder su esencia. Cada una guarda una historia, un rostro que espera ser visto... y una danza que aún está por comenzar.